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La niña encantada
Érase
un gran señor que tenía dos hijas: una estaba para casarse con un
conde. Y la otra hablaba secretamente con un mozo pobre y plebleyo.
Enteróse de esto el padre de la niña y la encerró en un cuarto del palacio.
Por
una ventana se comunicaba con su novio, pero esto se descubrió y el
mozo determinó marchar con un señor que iba a pelear contra los moros.
De
acuerdo con los encantadores, el padre cogió a su hija y con el dinero
que le correspondía en herencia la llevó a una montaña; un encantador
comenzó a leer por un libro, y de una cueva salió el Cuélebre que había
de guardar a la niña. Esta, llorando a lágrima viva, rogaba a su padre
que no la encantara, pero el tirano la hizo entrar en la cueva y como
único consuelo le dijo los medios que tenía que emplear el que se
atreviera a libertarla y la dejó allí encantada.
Mientras
tanto, su novio, dispuesto a ganar honores, hizo tantas cosas peleando
contra los moros que el rey le hizo noble y le dio armas para su escudo.
Y
con esto regresó y presentóse delante del palacio de su novia. Por un
criado viejo que estimaba mucho a la niña, supo lo del encantamiento y
el mozo fue a la montaña y registró todas las cuevas sin resultado
alguno. Después sentóse a descansar bajo la sombra de un fresno y de
pronto oyó la voz de un pastor que iba detrás de su rebaño cantando:
- Niña que estas encantada
en la cueva de Cirbián
he de liberarte yo
la mañana de San Juan.
El
mozo atravesó corriendo un catollal, llegó al pie de la fuente donde
estaba el pastor y le preguntó el significado de la copla.
El
pastor le contestó que estando él metido en el hueco de un roble para
librarse de la lluvia, había visto, lleno de miedo, el encantamiento de
la niña. Y que el padre de la niña al marcharse había dicho a su hija:
- El
que se atreva a desencantarte tiene que presentarse aquí la mañana de
S. Juan cargado de reliquias y dar muerte al Cuélebre, de una lanzada en
la garganta.
Y si no hay quién se atreva a hacer esto - agregó el pastor- lo haré yo cuando sea hombre. ¡ Si supiera usted qué guapa es la nena!
- ¡Calla! A esa joven me corresponde a mí desencantarla.
Y
la mañana de S. Juan, armado de lanza y cargado de reliquias,
presentóse el mozo en la cueva donde estaba encantada su novia y esperó.
Al poco tiempo sintió un ruido muy grande y vio que en dirección a él avanzaba el Cuélebre silbando y dando golpes con la cola.
El
mozo, aprovechando un momento en el que el Cuélebre se enderezó frente a
él, hinchando el cuello, le dio un golpe de lanza en la garganta y le
mató.
Inmediatamente se rompió el encanto y apareció la
niña llena de hermosura delante del valiente mozo. Éste la cogió en sus
brazos y la depositó desmayada en el campo.
El pastor presenció la lucha del mozo con el Cuélebre desde el mismo sitio que había presenciado el encantamiento.
Y
cuando vio al Cuélebre caer muerto, fue corriendo a dar cuenta al
antiguo criado de la niña. El padre de ésta había muerto el día que la
encantó.
Hiciéronse grandes preparativos en el palacio, y
todos los habitantes del contorno se dirigieron a la montaña en busca de
los enamorados, los cuáles se casaron a los pocos días. Y dieron al
pastor una parte del dinero que había acompañado a la niña en su
encantamiento.
FIN
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